Venezuela amanece triste, pero cumplió su deber. Después de una intensa, estresante y extenuante campaña por la presidencia, cerca de la media noche del domingo 7 de octubre, Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral, anunció lo que para muchos fue una sorpresa esperada, y para otros, no deseada.
Todos los caminos conducían a Henrique Capriles como favorito; sin embargo, el escrutinio de los votos señaló como ganador a Chávez, obstinado presidente adicto al poder, autor de la célebre frase "…el que tenga hambre, que robe".
No pretendo divagar escribiendo sobre fallas de máquinas, ni de los miles de venezolanos radicados en la Florida que viajaron, en estos tiempos de crisis, a otro estado para votar, o la incidencia que pudo tener el voto nulo a favor o en contra de un candidato o del otro. Sí quiero y deseo resaltar el ejemplo que dieron los venezolanos con su representación de participación popular. Las imágenes mostraron la cortesía de un país que, aunque bastante desunido, mantuvo tolerancia ante cualquier opinión divergente.
Fue la complicidad ciudadana la que marcó esta vez el cambio; el pueblo habló con respeto, con total seguridad, y mostró la voluntad de resolver sus diferencias a través del sufragio. Los venezolanos acudieron masivamente a las urnas para elegir un presidente para los próximos seis años. Fue una jornada marcada por la tranquilidad y la expectación.
Llamé a La Habana y conversé con algunos amigos porque, sin importar quiénes sean del gobierno y quiénes de la oposición, hay tareas que resolver y problemas que solucionar. Percibí duda y ansiedad en círculos de relativo poder. En un principio, líneas resistentes parecían borrosas; pero en cuestión de una hora, tuve nuevos interlocutores, con voz de festividad precipitada. No había motivos de celebración, el CNE no había dado los datos del voto secreto.
¿Cómo sabían en La Habana los números de una elección cuando aún no se habían publicado, ni siquiera en Venezuela? No, no fue obra de adivinación, sino de protagonismo y torpeza lo que llevó a Mariela Castro (homónima de Platero) a publicar en su twitter elementos fetichistas como quien actúa con euforia después de cumplir con un taimado plan. Mi sueño también es votar, yo quiero un día decidir el Cómo y Quién dirigirá el destino de mi país.
No tengo dudas, se cometió fraude en el Registro Electoral. Debería servirnos de lección, los comicios por computadora tienden a resultados deseados y pueden ser manejados desde un lejano lugar.
Lo que no logro explicarme es por qué todo el fin de semana el general Raúl Castro decidió mantener en alerta de guerra a la base aérea militar de San Antonio de los Baños.
En Venezuela ganó un hombre, perdió un país.
Todos los caminos conducían a Henrique Capriles como favorito; sin embargo, el escrutinio de los votos señaló como ganador a Chávez, obstinado presidente adicto al poder, autor de la célebre frase "…el que tenga hambre, que robe".
No pretendo divagar escribiendo sobre fallas de máquinas, ni de los miles de venezolanos radicados en la Florida que viajaron, en estos tiempos de crisis, a otro estado para votar, o la incidencia que pudo tener el voto nulo a favor o en contra de un candidato o del otro. Sí quiero y deseo resaltar el ejemplo que dieron los venezolanos con su representación de participación popular. Las imágenes mostraron la cortesía de un país que, aunque bastante desunido, mantuvo tolerancia ante cualquier opinión divergente.
Fue la complicidad ciudadana la que marcó esta vez el cambio; el pueblo habló con respeto, con total seguridad, y mostró la voluntad de resolver sus diferencias a través del sufragio. Los venezolanos acudieron masivamente a las urnas para elegir un presidente para los próximos seis años. Fue una jornada marcada por la tranquilidad y la expectación.
Llamé a La Habana y conversé con algunos amigos porque, sin importar quiénes sean del gobierno y quiénes de la oposición, hay tareas que resolver y problemas que solucionar. Percibí duda y ansiedad en círculos de relativo poder. En un principio, líneas resistentes parecían borrosas; pero en cuestión de una hora, tuve nuevos interlocutores, con voz de festividad precipitada. No había motivos de celebración, el CNE no había dado los datos del voto secreto.
¿Cómo sabían en La Habana los números de una elección cuando aún no se habían publicado, ni siquiera en Venezuela? No, no fue obra de adivinación, sino de protagonismo y torpeza lo que llevó a Mariela Castro (homónima de Platero) a publicar en su twitter elementos fetichistas como quien actúa con euforia después de cumplir con un taimado plan. Mi sueño también es votar, yo quiero un día decidir el Cómo y Quién dirigirá el destino de mi país.
No tengo dudas, se cometió fraude en el Registro Electoral. Debería servirnos de lección, los comicios por computadora tienden a resultados deseados y pueden ser manejados desde un lejano lugar.
Lo que no logro explicarme es por qué todo el fin de semana el general Raúl Castro decidió mantener en alerta de guerra a la base aérea militar de San Antonio de los Baños.
En Venezuela ganó un hombre, perdió un país.