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La respuesta escrita a una entrevista oral


Firma de acuerdo alimenticio entre Cub y EE. UU.
Firma de acuerdo alimenticio entre Cub y EE. UU.

La última pregunta- me espetó el entrevistador- ¿Cómo son las relaciones actuales de Cuba con Estados Unidos?– Perdón, pero no me encuentro capacitado para responder eso- fue mi respuesta y entonces el periodista pasó a otra última pregunta que guardaba en la recámara.

Una vez transcurridos unos minutos después de terminada la entrevista me quedé pensando en como habría podido aprovechar la cuestión para comentar aspectos de mi interés, acerca de los que puedo opinar sintiéndome a gusto. Pero esto me ocurre en la vida casi con todo lo que expreso por medio de la voz. Tal vez esta sea una de las razones por las que prefiero manifestar mis pensamientos a través de la escritura, la otra es no escucharme en mi tono ligeramente nasal.

Pensé que tal vez no pueda hablar de cifras y datos respecto de la actualidad de los convenios, quizás no pueda dar fe de las transacciones y negociados entre estos dos países más acostumbrados a las hostilidades que a la convivencia. Quizás no pueda comentar el modo exacto en que se están comenzando a fraguar las capitulaciones de los postulados, de los juramentos, del absurdo, de la crueldad y de la tozudez en ambas orillas a lo largo de más de medio siglo; pero sí que me habría gustado pasear mis apetencias e inquietudes en el viscoso terreno de las suposiciones.

Me hubiese gustado dirigirme a los cubanos que desde hace un tiempo más que prudente, vienen depositando su confianza en que tarde o temprano la democracia occidental terminará por darle un merecido a los déspotas que los enviaron al exilio, a las prisiones o al ostracismo, y advertirles que se fuesen haciendo a la idea de que posiblemente los gobiernos de las potencias capitalistas entrasen en una creciente amnesia paulatina, en la medida que también con la misma vertiginosidad atacase a la memoria de la dirigencia cubana, compuesta de los mismos que combatieron a sangre y fuego toda proximidad al capitalismo, a la democracia, a la sociedad de consumo ( exclusivamente para los representantes del pueblo vulgar, mientras en las familias de la dirigencia esas estrictas normas hallaban cierta relajación).

Solo por preservar la salud sería conveniente que tuviesen en cuenta al menos que existe la posibilidad, ya no tan remota, de que al quitar las barreras que al gran capital transnacional le ocasionaba severo malestar, al tiempo se diluyan los rencores bajo el peso del mercado, y comience un repentino romance entre los gobiernos occidentales y los mismos tiranos de siempre de la isla, sin cambiar siquiera la fachada, sin arrojar el látigo al abismo, sin pedir perdón por los desmanes, por los crímenes, por el asfixiante abuso sobre los abusados.

Una vez que puedan instalarse sin trabas las transnacionales expropiadas en el pasado o sus vástagos ¿para qué persistir en el enfrentamiento? Se dirán unos a los otros: “Negocios son negocios, no había nada personal”, harán borrón y cuenta nueva. En definitiva ¿quién está más apto para llevar los asuntos de un ministerio que alguien que ya tiene en su agenda los datos de todos sus homónimos en el mundo? Y por otra parte ¿ que utilidad podrán tener todos esos bregados luchadores por un mundo mejor, por justicia, por equidad e igualdad de oportunidades, frente a un manojo de pusilánimes de escasísima vergüenza que además de contar con la ventaja de una moral absolutamente moldeable, tienen también las riendas de las fuerzas represivas?. Por las dudas.

Yo me curaría en salud y recordaría por unos instantes quienes fueron los que comandaron los cambios nada más ni nada menos que en la Unión Soviética, desde un Gorbachov y un Yeltsin , ambos dirigentes del PCUS en sus regiones de nacimiento y cómplices de cuanta tropelía se cometió bajo sus mandos cuando no responsables directos, hasta el ex agente del KGB Putin, sin embargo cambios que resultaron abruptos y radicales, sin el más mínimo rastro de alguna utopía socializadora de las riquezas, ni siquiera de mínimas garantías para los ex adorados proletarios. Desde occidente solo se les exigió que abandonasen sus posiciones políticas, no sus cargos.

Sucede un tanto de lo mismo en Cuba. Esa especie de obsecuentes que al auto proclamarse comunistas cuentan con prebendas y privilegios frente a quienes piensan de otro modo o simplemente presentan algún grado de pudor, y que han conformado en la práctica la totalidad de los burócratas en el poder de los países socialistas, habrán sido cualquier cosa menos comunistas y a su vez son quienes más daño han ocasionado a la percepción universal de dicho disparate de sociedad dictatorial y por ende imposiblemente igualitaria, convenientemente disfrazada de clímax, de no va más , de súmmum de las sociedades resumido en el principio marxista de: “ a cada cual según su necesidad”.
Cada amordazado, cada alcoholizado por la paranoia, cada reprimido, cada preso, cada disidente, cada rockero, cada espíritu libre aprisionado, cada exiliado, que pretenda que al cabo del gobierno de los gerontes hermanos, una vez extintos lo actuales parámetros socio económicos de gobierno de la isla, tendrán acceso a dirigir la construcción de una nueva sociedad, no olviden del todo el arte de resistencia y la persistencia, ni distraigan en la carretera sus petates de eternos opositores, tal vez conserven su razón de ser.

Podemos observar como alfiles, caballos y torres de los aparatos del establishment cubano ya se están aprovisionando a tiempo de pequeñas anécdotas de diferencias con la dirigencia, asegurándose una parcelita paradisidente de cara al experimento venidero. Ya pululan conversos coroneles, ministros, cancilleres, todo tipo de lacra que en su momento se emplearon con dureza contra quienes escuchaban en el malecón a Grand Funk Railroad aplicándoles una mancha en el expediente acumulativo que les acompañaría de por vida bajo la acusación de "diversionismo ideológico" o de "desafecto" por escuchar a la recien hoy legalizada Celia Cruz después de cincuenta años, quien en vida no pudo regresar a su país y cuyas canciones prohibieron ya que al parecer, su "Bemba Colorá" incitaba a subvertir el orden, o bien a quien deseaba leer “Paradiso” de Lezama Lima, literatura hippie o consumir cultura beat y ya con extrema contundencia a quien se le ocurriese exigir su prometida porción de libertad.
De entre aquellos que oí decir a viva voz para ser escuchados en los cuatro rincones: ¡Socialismo o muerte!, dudo que uno solo esté dispuesto a morir por causa alguna que no sea el empacho de víveres, y menos aún que alguna vez, ni siquiera en sus peores pesadillas hayan hecho el más mínimo gesto de socializar algo propio.

Entiéndaseme bien por favor, nada más distante que pretender que esas almas repletas de un inquietante vacío sólo habitado por la pusilanimidad más abyecta, aguarden fusil en mano, ateridos y aterrados en la noche de la Sierra de El Escambray, el intercambio de disparos que los ubique en hoy única parte posible de su tan cacareado dilema; pero que al menos tengan el decoro de dar un paso al costado y sólo levantar la mano cuando sea el turno de los arrepentimientos y las excusas.

Me temo incluso que llegará el momento, en que para ciertos organismos de poder occidentales que alientan desde afuera a la disidencia, personas como Payá podrán pasar a representar una rémora, un incómodo testigo de la carencia de toda ética.
Y aunque por supuesto todo esto deba permanecer en cuarentena al tratarse de una premonición elaborada con ingredientes de mi propia huerta, solo por si en este caso la excepción de la regla me consagrara con el don del acierto, no estaría de más que quienes han sido oprimidos por la tiranía se hiciesen a la idea de una prolongada peregrinación en las antípodas. O como mínimo a tener que compartir cama con los alacranes.

O quizás no haya dicho nada esto cuando el periodista me hizo lo que iría a ser la pregunta del estribo, porque aún existe una tercera razón por la que prefiero escribir lo que pienso en lugar de decirlo, es que hablando puedo llegar a ser tan vehemente o por el contrario tan cínico que de ese modo cobran varios enteros mis posibilidades de acertar en los presagios.
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