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La Historia me absolverá: una mentira olímpica


La historia me absolverá.
La historia me absolverá.

Nos dijo lo que queríamos escuchar y, en menos de cinco meses, sin necesidad de Internet, su funesta y ruin comedia ya había recorrido la isla de San Antonio a Maisí.

La Historia me absolverá, más que un documento histórico, es una invención fabricada que nunca es tarde para desmontar. Y no me refiero al hecho de que los actos denunciados en la conocida soflama, continúen teniendo vigencia.

Conocemos la autobiografía del fracaso y nuestra bancarrota moral, sabemos que los males que aquejaban a la sociedad cubana de entonces, hoy se multiplican. Los cubanos continuamos padeciendo a un dictador, la prostitución prolifera, la pobreza es una pandemia, los problemas de vivienda son el pan de cada día, y los militares y reclutas continúan trabajando sin paga en las fincas de los Generales. Nada de aquello ha cambiado, no hay una ley de transparencia que nos ayude a evidenciar, por ejemplo, el escandaloso gasto de una modesta funcionaria que a nombre del CENESEX, viaja por el mundo con acceso a un presupuesto que supera los $100.000 diarios.

no hay una ley de transparencia que nos ayude a evidenciar, por ejemplo, el escandaloso gasto de una modesta funcionaria que a nombre del CENESEX, viaja por el mundo con acceso a un presupuesto que supera los $100.000 diarios...

No, yo hablo del documento, porque hace unos días leí que el pasado 16 de octubre se conmemoraron 61 años de "La Historia me absolverá", alocución de autodefensa pronunciada por Fidel Castro ante el tribunal de urgencia del Palacio de Justicia santiaguero; donde fue encausado junto a sus compañeros, los llamados Generación del Centenario del Apóstol, por los asaltos al cuartel Moncada en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, el 26 de julio de 1953.

Primero, debo aclarar que las personas procesadas por la causa número 37 de 1953 fueron juzgadas en el Palacio de Justicia de Santiago. Mucho se ha dicho, tanto que empalaga, sobre los 29 acusados que fueron sancionados a entre seis meses y trece años de privación de libertad, del tiempo que pasaron juntos en el Presidio Modelo de Isla de Pinos, luego el indulto y posterior salida hacia México. Pero muy poco se conoce sobre un grupo de acusados que al ser considerados ciudadanos ajenos a los hechos, luego de finalizado el juicio, y de guardar prisión preventiva, inmediatamente fueron puestos en libertad. De ellos hablaré en otro momento; los menciono únicamente para que no nos engañen.

Fidel Castro no fue juzgado junto a sus compañeros de causa, su juicio fue el 16 de octubre en la sala de enfermeras del hospital Saturnino Lora, junto al encamillado Abelardo Crespo y Gerardo Poll.

Sin dudas, la defensa existió y, como cualquier reggaeton, fue una expresión muy barroca de verborrea inspiracional. Cuatro horas de entretenimiento oral salpicado de emotiva crítica social y adornado con narraciones épicas; que dista por mucho de lo que conocemos hoy.

“La Historia me absolverá” no es realmente el alegato, sino una libérrima versión adaptada a la literatura por la fantasía de Fidel.

Casi toda realidad encierra alguna entelequia, y "La Historia me absolverá" no es realmente el alegato, sino una libérrima versión adaptada a la literatura por la fantasía de Fidel. Me lo contó Melba Hernández, una de "las heroínas del Moncada": el documento lo escribió después, rodeado de libros en su propia biblioteca en el Presidio Modelo. Por cierto, el entonces joven abogado Castro Ruz nunca tuvo acceso a los apuntes que escribió durante el juicio la periodista Marta Rojas, ni a las transcripciones del letrado. Siempre a su favor, magnificó el hecho y modificó los datos.

Nos mintió olímpicamente y aceptamos por desidia, por ignorancia, por mala voluntad o por cualquier otra razón que ahora ni viene al caso. Nos dijo lo que queríamos escuchar y, en menos de cinco meses, sin necesidad de Internet, su funesta y ruin comedia ya había recorrido la isla de San Antonio a Maisí. Pero siempre habrá quien hable porque –como decía mi abuela, a quien le faltaba escuela pero le sobraba mundo–: "Ni todos los ojos abiertos ven, ni todos los cerrados duermen".

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    Juan Juan Almeida

    Licenciado en Ciencias Penales. Analista, escritor. Fue premiado en un concurso de cuentos cortos en Argentina. En el año 2009 publica “Memorias de un guerrillero desconocido cubano”, novela testimonio donde satiriza  la decadencia de la élite del poder en Cuba.

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