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De Litvinenko a Payá, la necesidad de investigar las muertes


Marina Litvinenko, viuda de Alexander Litvinenko, durante la presentación de su libro 'Muerte de un disidente'.
Marina Litvinenko, viuda de Alexander Litvinenko, durante la presentación de su libro 'Muerte de un disidente'.

Rosa María Payá no tuvo la suerte de la viuda de Alexander Litvinenko, pero todavía insiste en foros internacionales en aclarar las circunstancias de la muerte de su padre, líder del disidente Movimiento Cristiano Liberación.

Una investigación pública acaba de concluir que, “probablemente”, fue Vladimir Putin quien ordenó el asesinato de Alexander Litvinenko, el ex espía ruso envenenado con polonio en Londres, en 2006. La noticia ha sido divulgada por los medios de prensa internacionales y ha puesto en peligro las “buenas” relaciones diplomáticas entre Moscú y Londres.

Estas dos capitales trabajan conjuntamente combatiendo a ISIS, un problema de primer orden a nivel mundial, pero la investigación sobre la muerte del ex expía, al ser independiente, iba por otro camino. La alegría se la ha llevado, mayormente, la viuda de Litvinenko, de nombre Marina, quien en su día juró darlo todo hasta descubrir la tenebrosa trama que terminó con la vida de un hombre que sabía mucho sobre la manera de actuar de los servicios secretos rusos (antes soviéticos), un hombre que llegó a establecerse en Londres y obtener la ciudadanía británica.

Según explica un artículo del diario español El País, “la investigación pública fue dirigida por el juez retirado Sir Robert Owen, y se trata de un ejercicio indagatorio para reunir los hechos en torno al caso. No es por tanto un método para encontrar un culpable, como sería en un proceso criminal. En una investigación de estas características no hay partes, sentencia, ministerio público, defensa o juicio. Simplemente un esfuerzo por establecer los hechos”.

“Este tipo de procesos”, dice El País, “dirigido por un juez de instrucción, con o sin jurado, pretende en líneas generales obtener respuestas fiables a cuatro preguntas fundamentales: la identidad de la víctima, cómo murió y el lugar y momento de su fallecimiento”.

En un Estado de Derecho, como queda expuesto, un proceso tan delicado es realmente posible, y Moscú lo sabe. La reacción de Rusia no se hizo esperar: "Lamentamos que este caso puramente penal se haya politizado y ensombrezca la atmósfera general de las relaciones bilaterales", expresa un comunicado oficial, que además se apresta a matizar que “la investigación no ha sido transparente”.

Es muy posible que el presidente Putin, en el caso de haber ordenado el crimen, no pague por esto y la resolución del proceso se diluya en el tiempo (los resultados señalan a dos ejecutantes directos, antiguos colegas de Litvinenko, Andrei Lugovoi y Dimitry Kovtum), pero deja un precedente de cómo un sola persona, en el papel de la acusación particular, puede organizar una investigación pública y obtener la razón de parte de un juez.

La escuela de la KGB

Los métodos de trabajo de la agencia secreta de inteligencia soviética fueron copiados en Cuba. De eso casi nadie duda. De hecho, la traducción de KGB es Comité para la Seguridad del Estado, nada más parecido al tropical Departamento de Seguridad del Estado (DSE), que con el tiempo fue abreviado por los cubanos en “La Seguridad”. Casos de envenenamiento con material radiactivo no han sido documentados en Cuba, pero sí pinchazos con “objetos punzantes y duros” a los opositores al gobierno, en manifestaciones públicas.

Antonio Rodiles muestra los pinchazos que asegura haber recibido el domingo 10 de enero de 2016 por parte de agentes al servicio de la Segurided del Estado.
Antonio Rodiles muestra los pinchazos que asegura haber recibido el domingo 10 de enero de 2016 por parte de agentes al servicio de la Segurided del Estado.

La fallecida líder de las Damas de Blanco, Laura Pollán, había denunciado pinchazos en su cuerpo durante las protestas civiles, antes de morir repentinamente en 2011. La antigua profesora de Literatura dejó su profesión para intentar sacar de la cárcel a su marido, que era preso político. Su muerte en La Habana levantó sospechas de envenenamiento o inoculación de algún virus. El informe oficial expuso que la líder de las Damas de Blanco “falleció víctima del virus respiratorio sincicial, un germen que afecta en una abrumadora mayoría de los casos a bebés y niños de menos de 3 años”.

Recientemente, Antonio Rodiles, líder de una organización opositora que trabaja conjuntamente con las Damas de Blanco, denunció pinchazos en los brazos, mostrando en fotos unos hematomas redondos con puntos centrales. Ante la desconfianza de los medios de salud públicos de Cuba, Rodiles viajó al sur de los Estados Unidos para investigarse.

La inexistencia de una separación de poderes (ejecutivo, legislativo, judicial) en la isla es una verdadera traba para iniciar cualquier investigación independiente. Esta carencia la ha sufrido Rosa María Payá, hija de otro líder de la oposición, Oswaldo Payá, fallecido en un extraño accidente de tránsito en 2012. Ni ella ni sus hermanos tuvieron acceso al juicio por el siniestro.

No estando conforme con el dictamen oficial, Rosa María intentó abrir una investigación internacional apelando a la justicia española, ya que su difunto padre poseía esa nacionalidad, pero los tribunales peninsulares desestimaron el caso.

Rosa María Payá no tuvo la suerte de la viuda de Alexander Litvinenko, pero todavía insiste en foros internacionales en aclarar las circunstancias de la muerte de su padre, líder del disidente Movimiento Cristiano Liberación, la organización que puso en jaque a la dictadura castrista mediante un plan apoyado en la Constitución cubana vigente.

El hoy presidente de Rusia era el jefe de los servicios secretos rusos, el antiguo KGB, en 1998, y chocaba con Litvinenko, que pretendía introducir reformas en la organización. Antes de exiliarse en Londres en el año 2000, Litvinenko cumplió prisión en su país.

Litvinenko falleció el 23 de noviembre de 2006, a los 43 años, en un hospital londinense, tras ingerir una dosis letal de polonio 210, una sustancia altamente radiactiva que fue colocada en una taza de té.

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    Jorge Ignacio Pérez

    Nació en La Habana en 1965. Luego de ser tanquista en el servicio militar obligatorio, se graduó en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana, en 1992. Trabajó como redactor y fotógrafo de prensa, columnista de teatro y editor en varias publicaciones de la isla. En 2001 se exilió en Barcelona, hasta el año 2012 en que se afincó en Miami, donde reside actualmente. Fue editor del portal on line de asuntos cubanos Cubanet.org. Desde 2007 lleva el blog personal Segunda Naturaleza. Además del libro de memorias Historias de depiladoras y batidoras americanas (Neo Club Press Ediciones, 2014), tiene otro inédito titulado Pasajeros en tránsito.

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